13 de noviembre de 2009

Un cuento para Marta


Posiblemente porque no se inventarme historias con la suficiente dulzura como para hacer dormir a los niños, me veo obligado a meter la mano en el saco de mis memorias, revolver y sacar un papelito en el que está escrito el nombre de algún cuento bien conocido, para poder escribirlo con otras palabras.

Robo sueños, como un delincuente, por simple afición y de vez en cuando me paro a devolver aquellas risas que me contagiaron su momento de felicidad. Me cuelgo de ilusiones y me sumerjo en ojalás que mantienen mi vida en contínuo movimiento, dando ritmo a mi corazón al compás de mis pasos sobre la acera (a veces con mi cabeza entre las nubes y otras con mis manos rozando suavemente el agua) pero al mismo tiempo intento mantener los pies en el suelo por si es necesario amortiguar alguna caída.

De vez en cuando me dejo llevar a aquel mundo de dibujos donde el topo Edu, torpe estudiante de minas se encontró a su amigo de la infancia,Rigo, un pájaro tejedor, bien reconocido arquitecto cum laude, allá por las montañas a la llegada del otoño.

(Como los topos son muy feos, pongo a Topogigio, siempre es mas agradable)

- Edu.... Edu... ¡¡¡Edu!!! - gritó Rigo.
- ¿eh?
- ¡Edu! ¡soy Rigo! ¿te acuerdas?
- Ah! ¿Rigo? ¡Oh si! ¡claro!, ¡como no! ¡cuánto tiempo! oye, qué haces por aquí?
- Me daba un paseo, estoy buscando nuevos materiales para mi nido, se acerca el invierno.
- Bendita casualidad, ¡tenemos la misma ocupación entonces!
- ¿Si? cuéntame, ¿qué pretendes hacer? ¿Cómo has planeado tu nuevo hogar?
- Excavaré, como el año pasado, crearé un pasillo largo que de acceso a cada una de las habitaciones... a derecha y a izquierda, alguna lo suficientemente grande como para dormir y otra para guardar la comida durante el tiempo que dure el invierno.
- No es mala idea, pero, ¿y si te encuentras alguna raíz?
- En ese caso cavaré mas abajo y la sortearé.
- Por favor, Edu, has de ser más planificado, una vivienda es algo muy importante de lo que uno se tiene que sentir orgulloso, piensa todo el tiempo que vas a disfrutarla, es importante invertir en ella.
- Cuéntame entonces cuál es tu idea. ¿Cómo será tu nido?
- Lo primero de todo buscaré una buena zona. La colgaré en el árbol con mejores vistas de la montaña, lejos de los depredadores. Estará hecha con ramitas trenzadas, sólida y consistente, con unas paredes que soporten el viento y un enganche bien fuerte que le permita a mi nido mecerse sin peligro de caerse al suelo. Tendrá una zona de cobijo principal, otra para los niños, otra de despensa a dos alturas, un pasillo que permita la ventilación sin que se pierda el calor y un pequeño balcón donde asomarme con mi pareja las noches de luna llena.
- Te envidio, Rigo, pero no puedo hacer otra cosa ya que yo no tengo alas con las que volar hasta las ramas de los árboles, ni pico con el que tejer, ni una buena vista como para disfrutar de los paisajes.

(Aquí un pájaro tejedor en su balcón)

Tras esta conversación, ambos se despidieron y comenzaron su labor cada uno tal y como pensaba. Edu llegó a cavar varias galerías por debajo de los árboles tal y como tenía pensado, con lo suficiente como para pasar la época de nieves. Rigo por su parte no tuvo tan buena suerte y apenas empezó a tejer su nido, llegaron unos leñadores que cortaron todos los abetos de aquella zona para venderlos por navidad, lo que hizo que su empeño de disfrutar tan lujoso invierno cayese violentamente contra el suelo.

Precisamente, esta misma historia es la que no llegó a aprender una joven pastora hasta que se tropezó y rompió su cántaro, y te cuento esta historia, querida Marta, porque en el papel que cogí para escribirte el cuento ponía: "La lechera".