30 de octubre de 2012

Desplomes en el carril bus


Mi móvil marcaba más de las cinco de la mañana después de haberse cambiado de hora sin ninguna intervención como correspondía a este fin de semana.

Avanzábamos por la calle Serrano mi vecino y yo, de vuelta a casa tras unas copas por Malasaña cuando nos encontramos una pareja tambaleante caminando con dificultad en mitad de una pequeña discusión.

Interrumpí mi conversación para prestar atención a esa escena tan de otoño (cuando los amores se caen como si fuesen unas hojas cualquiera). "Van mal" - le dije a Pablo - "Extraordinariamente mal incluso para un sábado por la noche".

Pocos segundos después la pareja se desplomó en el carril bus de la misma calle por lo que salimos corriendo para levantarles y llevarlos a la acera.

Para nuestra sorpresa, el chico estaba completamente sobrio y la chica sin reaccionar en el suelo. Cargamos con ella hasta arrimarla a la pared. El chico intentaba hablar con ella, "Vanessa, Vanessa, Vanessa, ya, responde, Vanessa". "Para, no agobies a la chica" - le interrumpí.

La chica despertó, miró con cara de miedo a su compañero y extrañada al ver nuestras caras y comenzó a llorar sin mediar palabra. "Vanessa, por favor, Vanessa". "Para" - volví a repetir.

Vanessa volvía en sí, apoyada en la pared y mientras Pablo se quedaba allí, me acerqué a comprobar el número del portal más cercano por si había necesidad de pedir alguna ambulancia.



De repente los gritos de Vanessa me hicieron regresar:
- ¡Eres un maldito! ¡No quiero volver a verte en mi vida! ¡Desgraciado! ¡Cómo eres capaz de decirme eso! ¡Cómo!
- Vanessa, tranquilízate, por favor, no empieces.
- ¡Que te calles! ¡Que te calles para siempre, sal de mi vida! ¡Cómo me puedes decir que venias a casa solo para follar!
- ¿Y lo que me has dicho tu? ¿Eh? ¿Eso no cuenta?

"Había venido la mitad del camino comiendo palomitas y se me acaban justo un par de calles atrás, lástima" - pensé. "Chicos, calmaos un momento por favor, creo que deberíais ir a casa y arreglar lo que sea más adelante, Vanessa, tu te acabas de desmayar y no te conviene excitarte, si quieres te ayudamos a coger un taxi o algo".

- No tengo ni dinero ni nada, tengo el coche aparcado en casa de este malnacido, no tengo como irme a casa.
- Vanessa, si lo necesitas te acercamos nosotros, no hay problema - explicó Pablo.
- ¿Estás diciendo que prefieres ir con ellos a venirte conmigo, con dos desconocidos? ¿lo dices en serio? - arremetió el galán.
- ¡Pues sí! ¡Mucho mejor! ¡Ellos me cuidan, no como tú, asqueroso! ¡Y no me hables! Me voy a casa.
- Vanessa, ¿estás segura de que estás en buenas condiciones para irte? Si necesitas una ambulancia la llamamos, o incluso ahí abajo en el siguiente cruce hay un par de patrullas de policía por si son necesarias.

Al instante Vanessa volvió a sus cabales, se sentó de nuevo y nos comentó su situación.
- Lo siento chicos, no quiero que os preocupéis tanto, en serio, estoy bien,  no he bebido ni he tomado drogas. Acabo de terminar con un tratamiento contra la depresión y estoy bajo tratamiento psiquiátrico, así que estoy en un momento delicado. Estoy completamente bien y capacitada para volver a coger el coche y conducir hacia mi casa.
- Ok, ya sabes que tienes la policía a una manzana por si necesitas ayuda.
- Muchas gracias, chicos, en serio, agradezco este apoyo. ¿Nos vamos para casa? - preguntó a su acompañante.
- Nos vamos. - Respondió el chico.

Se cogieron de la cintura y continuaron su camino como cualquier pareja.

Y nosotros, tras unos metros de silencio intentando entender lo que acabábamos de vivir, retomamos nuestra conversación.