7 de noviembre de 2005

Penélope

Lloraba el cielo como cada mañana desde hacia un mes en la calle Elmont, y ella observaba la calle desde el portal esperando a que su autobus se acercase a la parada que tenía situada en la puerta de su casa que la acercaría al trabajo. Penélope no habia conocido su calle con otros colores que no fuesen el blanco y el negro pues llevaba quince dias en la ciudad y todavía no se había hecho a las costumbres ni al paisaje que le rodeaba.

El motivo por el que había venido a la ciudad fue personal. Si un día te atreves a preguntarle ella te contestará que fue una simple obligación personal. Penélope buscaba varios objetivos con este viaje: la experiencia de vivir en el extranjero, la necesidad de perfeccionar su idioma y una prueba para autoconvencerse de que había crecido y aprendido lo suficiente como para defenderse en la vida por ella misma.

Antes de realizar el viaje Penélope vivía con sus padres y tenía un puesto en una empresa dedicada a la venta de elementos decorativos de jardín, en la sección de ventas. La empresa nunca tuvo ningún problema con ella, pero Penélope si que se cansó de la empresa. Así que con las nociones que un antiguo novio le habia enseñado sobre la fotografía se planteó cambiar radicalmente de vida y abrirse nuevos caminos.

Penélope siempre pensó que aunque alguien no tenga un título sobre algo puede ser perfectamente igual o incluso superior a un titulado en el tema a comparar y por eso no se detuvo ante la desventaja que podría tener el no disponer de un título de fotografía.

Gracias a las fotografías de decoración de exteriores que presentaba como ejemplos en su antiguo trabajo se abrió paso poco a poco hacia las tomas de paisajes y después comenzó a fotografiar ciudades, espacios cerrados y objetos en planos cortos.

Ahora se había planteado realizar unas fotografias sobre una ciudad grande como Londres tanto en su arquitectura y monumentos como en sus pequeños detalles. La idea llegó cuando John, un antiguo compañero del último curso de instituto al que llamaban Juanito, le comentó si le apetecería trabajar en un estudio sobre las líneas de la arquitectura británica. John era de Brighton, llegó al instituto por medio de un intercambio y, aunque era un chico muy amigable, tras el paso de los años, solo conservaba una amiga de aquella época con la que hablaba regularmente, Penélope.

Penélope tenía previsto quedarse unos meses en Inglaterra junto a John para llevar a cabo el proyecto y aprender todo lo que queria conocer de las costumbres extranjeras.

Quizás el país gris por excelencia que le habían enseñado no tenía ninguna explicación para ella pues la vida en Inglaterra podría ser monótona si no te fijas en ella detenidamente, pues Penélope veía que Londres estaba llena de color en cada una de las fotografías que revelaba, y es que Penélope nunca negará que la vida solo es gris cuando te nieguas o tienes miedo a sacarle los colores.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen relato!! este es uno de los pocos escritos que he encontrado que no torturan a la pobre protagonista con alguna espera desesperada... gracias!!