26 de mayo de 2008

La noche que Eva durmió en una suite

O lo que es lo mismo, la noche anterior al día que me pasé limpiando mi casa. Y todo por intentar ser un poco romántico, algo que Eva venía diciéndome desde hace mucho tiempo.

Dándome por vencido como una nenaza, Eva consiguió convencerme para ver una comedia romántica que ha visto varias veces en mi ausencia y que yo jamás me he dignado a ver. "Otra típica comedia americana donde él se enamora de ella, ella está con otro, él hace el tonto, ella se ríe y se dan cuenta de que se están besando"- pensé.

¡¡Y acerté!! Todo eso en un par de horas. Demasiadas como para describir una sola historia así que mejor ponemos 21 historias para rellenar. En fin, Love Actually, el peliculón que acabó con mi fama de hombre de hielo en casa.


Dado que tenía unos días libres que había pedido para ocuparme de mi maqueta, aproveché para sorprenderla una noche.

Mi original plan consistía en dejar una bolsita con sales y jabones en el baño. Aprovechando su momento de relajación en la bañera yo terminaría de hacer la cena, cenaríamos con velitas en el salón y al final terminaríamos en el dormitorio ambientado con algo aromático. Todo esto en tiempo record ya que Eva al día siguiente tenía que trabajar.

Eva llegó a casa y yo tenía todo preparado. Las sales y jabones en la bañera, sin dejar otras opciones a la vista (escondí todos los geles, champú, acondicionadores y demás material higiénico que ocultase mi regalo). Sorprendida, se sumergió en la mezcla de espuma y olores mientras yo, con mi alto conocimiento culinario hacía mi principal (y única) especialidad: pasta.

Encendí todas y cada una de las cien velitas que había comprado en el Ikea y las situé por las estanterías y la mesa. Comprobé el efecto apagando la luz y, sabio de mí, aproveché que tenía el mechero en la mano para encender el incienso en la habitación. "Perfecto." - me dije.

(Unos ojos como estos me dijeron que era hora de cenar)

Comenzamos a cenar, donde no faltaron miradas, caricias en las manos y jueguecitos de pies. Diálogo de señas como una pareja de mus, que ambos entendíamos sin necesidad de hablar. Al terminar recogimos la mesa y saqué el helado que tenía en el congelador y un bote de sirope.

"Improvisa, se original" - me decía a mi mismo - "Unos juegan con nata, otros con fresas... ¡juega con el sirope!". Impresionante, la peor idea que he llegado a tener nunca. Tras dos minutos censurados en la cocina, nos quedamos pegados el uno al otro gracias al bendito invento.

No pasa nada, tendremos que ducharnos, pero no pasa nada. Ya no hay sales, pero no pasa nada, olvidemos esto.

Una vez duchados fuimos hacia el dormitorio entre abrazos y al llegar nos dimos media vuelta. El incienso ocupaba la habitación y nosotros no cabíamos. La barrita se había consumido por completo y todo, absolutamente todo sabía a incienso, ya que se podía mascar.

(y sus ojos volvieron a hablar: "No podemos dormir aquí, cariño")

Eva se merece un palacio, solo por aguantar lo del sirope, lo del incienso y por dejarme apagar las velas soplando dejando manchas negras por el humo y restos de cera por todos lados. Y sobre todo se lo merece por estar ahora mismo abrazada a mi mientras hago una llamada. Esto lo tengo que arreglar, llamemos a un palacio, llamemos al Palace.

Y eso fue lo que hice, pedí una habitación por teléfono en el Palace, eso no podía fallarme. Colgué el teléfono y nos fuimos al Palace, pasando por recepción lo más rápido posible para coger la llave. "¡Mañana Eva trabaja, vamos, vamos, hay que ser rápidos!".

Llegamos a la puerta de la habitación, la abrí y entramos dentro... y..... y.. había un matrimonio de los nuevos en la cama. Si señores, un matrimonio homosexual en la cama de nuestra habitación. Bajamos a recepción a protestar con indignación del hecho y aceptando sus disculpas llegó el matrimonio para volver a protestar.

Como disculpa nos ofrecieron una de las suites a precio de habitación normal que aceptamos sin dejarle terminar. Cogimos la llave y nos fuimos a la suite.

Con tanto movimiento necesitábamos hacer una parada higiénica. Esta vez con las propias sales del Palace y una vez limpios nos tumbamos mirándonos el uno al otro. Y nos quedamos dormidos.

Eva tenía que trabajar y nos despertamos los dos a la vez sin tiempo para desayunar. Bajamos a recepción, pagué con tarjeta y acerqué a Eva a la oficina.

De vuelta a casa admiré mi fantástica obra de arte. El incienso todavía habitaba en mi habitación y tardó un día entero en irse por la ventana. Las sábanas directamente a la lavadora, el sirope que quedó en el suelo de la cocina se pegaba a la fregona, la cera de las velitas repasándola con un cutter y las manchas de humo... ¿se notan demasiado?

Le he demostrado a Eva que puedo ser romántico, pero que antes soy un desastre. La próxima vez me tatuaré una reina de corazones a lo largo de toda la espalda con la cara de Eva.

Mientras, escucharé a Josh Todd. ¡¡¡Qué valiente el cantante de Buckcherry, me ha robado la idea del tatuaje!!!


20 de mayo de 2008

Cosas de la calle

Es curioso lo que me pasa últimamente por la calle. Lo normal es ir caminando tranquilo dirigiéndote hacia tu destino y que la gente se dedique a hacer lo mismo sin detenerse, entorpecer o entretener a los de alrededor.

Es bastante frío, pero por desgracia ya estamos más que acostumbrados y cualquier cosa que se salga de esa actitud nos parece una curiosidad.

Por eso, ver a gente caminando que te dedica una sonrisa sin ningún motivo en particular o esquivar hacia el mismo lado a la persona que camina en sentido contrario al nuestro nos hace gracia y hasta provoca en ocasiones un mínimo diálogo entre desconocidos.

(El piropo, un clásico contra el hielo)

Hace ya algún tiempo esperaba delante del jardín de su casa a un par de amigos y me entretenía viendo una fila larga de procesionarias del pino.

Tras unos minutos, apareció un señor mayor con sabios consejos jardineros advirtiéndome del peligro que supone esa especie para los pinos y sugiriéndome la única solución posible: matarlas.

Acto seguido el hombre armado de valor y de ganas levantó la pierna con una flexibilidad digna de un chaval de diez años a la altura del muro de la casa y comenzó a golpear a las bestias con el pie al grito de "¡¡No puede quedar ninguna!!", dejando todo el muro, el suelo y su correspondiente femenino, la suela, salpicados de un líquido amarillento digno del cuadro de los girasoles de Van Gogh.

(El antes... ¿no te pica un poco el brazo?)

(El después)

Meses después de este incidente al que no le dí importancia, me acercaba por la misma calle, con mi guitarra y demás accesorios hacia el coche para dirigirnos, como muchos otros fines de semana a ensayar.

Esta vez salía de la casa de al lado un señor más mayor que el anterior que se dirigía con rapidez hacia mí.

- Oyes, oyes - repetía, con acento en la "s".
- Dígame.
- A ver si me puedes echar una mano con el teléfono (a.k.a. telefonillo, portero automático, porterillo) ese, que llevo una hora esperando. - comentó tirando de mi brazo como un niño chico.
- Deme un segundo que dejo todo esto en el coche y le ayudo.
- ¡¡¡¡Es que llevo aquí una hora!!!!

Dejé la guitarra, cables etc en el coche y me acerqué con Guti al portal para ayudar a este hombre que tenía un pié de lámpara en la puerta del portal.

- Bueno a ver, ¿sabe usted el piso al que quiere subir?
- Sí, es el octavo. Es el piso de mi hijo, que ha subido el chico antes, se me ha cerrado el portal y aquí me he quedado sin poder entrar, si es que.....
- Bueno, el octavo. ¿Y sabe usted la letra? puede ser A, B o C, ¿lo recuerda?
- Yo... yo... no, no lo recuerdo.. - decía desesperado - Es el de allí, el de allí, el de la esquina.
- Bueno, si no sabe la letra a ver si pone algo por dentro del portal... - miré pero no indicaba hacia que lado del portal era cada piso.
- ¿Y no sabe usted el teléfono de la casa?
- ¡¡Yo que voy a saber!! Si es que mira, ha llegado el camión con la mudanza, el chico ha subido los trastos y yo... yo me he quedado fuera porque se me ha cerrado el portal.. ¡Mierda! y ahora resulta de que no puedo entrar - exclamaba jugando con el lenguaje -, ni me se la letra, ni me se el número, ni me se nada de nada y aquí llevo una hora esperando a que baje el chico o se acuerden de mi.
- Tranquilo, hay tres letras, vamos a llamar a las tres casas y preguntamos.

(nuestras guitarras, que esperaban pacientemente en el coche)

Llamamos a la primera casa. La elección del señor fue empezar por el 8º B (vamos, lo normal, por en medio). Tras un par de segundos comenzó de nuevo a gritar:
- No hay nadie, ¿lo ve? no hay nadie, nadie contesta, pero el chico ha subido, ¿porqué no contestan?
- Pruebe con el siguiente número, señor, a lo mejor no es el 8ºB, quizás sea el 8ºC - marco yo el 8º C y transcurre esta vez un solo segundo.
- No, tampoco contestan, seguro que no llamamos bien. Si es que el chico ha subido.... - Fin, me niego a escuchar de nuevo la historia, me tapo los oídos.

Mientras marcábamos la última posibilidad, entre gritos de desesperación, salió el chico al que el señor esperaba por el portal. El señor dirigió entonces sus gritos en otra dirección, concretamente hacia el chico, y nosotros aprovechamos el momento de confusión para alejarnos del lugar sin esperar ni tan siquiera a las gracias que el señor seguro que terminaría olvidando pronunciar.


16 de mayo de 2008

Lothse vació su cenicero en mi coche

Estaba escrito. Tras su post cenizo del miércoles 14 de Mayo, Lothse vació sus cenizas en mi coche y pasó lo que hoy intentaré describir con todo lujo de detalles. Pero antes, como me encantan las películas, adelanto una imagen de la trama.

(Al fondo, mi coche con el capó abierto y aquí delante, la piedra donde más tarde descansaría)

El miércoles por la noche, tras varias insistencias de mi madre, accedí a comer con ellos en el Escorial.

Mis padres iban bastante temprano así que yo decidí ir mas tarde para llegar allí a la hora de comer, y volver después de cenar puesto que hoy trabajaba.

A la una y media, salí de Madrid rubo al Escorial. Sonaba Take a walk on the wild side de fondo, cantada por Lou Reed y Suzanne Vega. Y realmente algo "wild" fue.

Tras varios kilómetros a velocidad de crucero de la A6 (132 km/h) el coche empieza a protestar con un pitido que no pegaba mucho con la canción que en ese momento sonaba: Bad Day, de Daniel Powder. Miré el cuadro de mandos y estaba hecho un poema: Un aviso de sonido por temperatura del motor, un aviso visual de alarma de temperatura del motor, 10 lineas de un total de 10 en el indicador de temperatura del motor y el motor limitado a 80 km/h para no seguir rompiendo el coche por la temperatura del motor. "Va a ser que el motor está muy caliente" - pensé.

Estaba a la altura de Torrelodones y me salí inmediatamente para buscar un sitio donde arrimarme. Mientras buscaba sitio cerca de la autopista, llamé a mis padres para avisarles de la avería y, una vez aparcado bien lejos de la autopista (Torrelodones no está hecho para aparcar, señores) llamé a la Mutua para pedir asistencia. Benditos móviles.

Dí los datos, mi móvil, conté lo que pasaba y volví a llamar a mis padres para decirles la situación y que venía la grúa de camino. Benditos móviles.

Aproveché para llamar a Ford y solicitar la dirección y teléfono de algún taller por el Escorial donde llevar el coche. Benditos móviles.

Unos minutos más tarde me llamaron de la Mutua avisándome de un retraso de 15 minutos de la grúa. "Por favor, mantenga el móvil disponible, es necesario por si hay algún problema. Le avisaremos, gracias". Benditos móviles.

Llamé de nuevo a mis padres para avisarles del retraso y para que no se preocuparan si llegaba más tarde de lo que les había dicho y "bip bip". "Mamá? Mamá?? Mierda!!!!!". Sí, señores, móvil sin batería. Malditos móviles.

Mientras esperaba a la grúa abrí el coche. Me disfrazo de mecánico profesional y como tal me autoconvenzo "Esto es el manguito fijo, el manguito, mira que lo dije que hay que revisar los maguitos!!!!". Se abría ante mí una buena mesa de operaciones. Es decir, esto:

(Las fotos las tomé en casa más tarde)

Lo que vi yo, así de primeras, fue el bote de plastico de la izquierda. Ese que en la foto parece tener en el fondo un color rosa, solo que cuando lo ví el bote era de color blanco en su totalidad. Esto quiere decir que el bote estaba vacío. "Seguro que algun manguito mal apretado lo ha vaciado".

Ese bote es el refrigerante del motor, que también es necesario para la calefacción. Hace ya unos días, mi madre, que usa este coche más que yo, me advirtió que la calefacción no funcionaba. Mucho me temo que desde entonces el motor de este coche ha estado sin refrigerar.

Creo que es hora de llamar a la Mutua para comentarles mis descubrimientos.

Pero claro, tengo que buscar cómo. La grúa estaba viniendo, así que no me podía alejar del coche, eran casi las tres de la tarde y no había nadie por la calle por lo que mendigar un móvil se hacía cuesta arriba y buscar un bar cercano sería la mejor opción pero.... lo se... es triste.. tenía en efectivo 1 euro y 27 céntimos. Y aun así, no había bares cercanos al coche.

Mendigué dos veces para conseguir hacer un par de llamadas con las que avisar a mi madre de dos cosas: La primera vez para comentarle que no tenía batería y que diese su móvil a la mutua para que, en caso de problemas, le avisasen a ella. Y la segunda, una hora después, para preguntarle si le habían dicho algo de que la grúa se hubiese perdido. Diez minutos después apareció la grúa y eran las cuatro y media.

Desde el móvil del conductor de la grúa hice una llamada al taller para pedir cita, pero el taller no abría hasta las cinco de la tarde así que decidí dejar el coche en el chalet, comer con mis padres y subir el coche por la tarde.

Llegamos a mi casa, dejamos el coche y, como no había cogido llaves del chalet (lo que hace la confianza de que todo va a salir perfecto), llamo al timbre. No hay nadie en casa. Genial!!

"Disculpe, podría hacer otra llamada desde su móvil" - le dije al mecánico de la grúa - "Para localizar a mis padres". "Por supuesto, el móvil está en la cabina". Menos mal que todas, absolutamente todas, las personas a las que acudí ayer eran simpáticas. Ninguna tuvo un mal gesto conmigo.

Mis padres estaban esperándome en el taller, puesto que la Mutua les dijo que llevábamos el coche al taller. Un ole por la Mutua.

Tras comer a las cinco de la tarde (me acordé de ti, Lothse) y echarme un rato en el jardín, que me lo tenía merecido, saqué las fotos de este post.

(Lo que veía desde mi "cama" de piedra)

Lo bueno de las subidas es que una vez arriba, lo que ves es cuesta abajo. Así que me acerqué al taller a por una garrafa de líquido refrigerante antes de romper la culata como le pasó a mi amigo Pablo con su Range Rover.

Una vez tenía el coche con el líquido a nivel subí al taller. Después de todo lo que había pasado, lo peor que podría pasarme es que me deje mi novia. Aja! menos mal que novia no tengo, así que no tendré ese problema.... y..... y..... tenía que sonar: Dry your eyes de The Streets. Allí en el taller, nos atendió un mecánico al que le expliqué mi problema.

Hay dos típicos mecánicos que te puedes encontrar. El primero es un señor gordo, con bigote y cigarro o puro en la mano, lleno de grasa al que le comentas el problema y te dice: "Bueno pues eso es de la junta, que se ha secado la goma, se ha agrietado y sale el líquido". Sin que tu puedas decir nada el mecánico te ha cambiado cuatro tubos, vaciado el aceite y cobrado todos los cambios, y el coche... el coche sigue igual.

El segundo, un señor de avanzada edad, que arregla coches desde que con 12 años ayudaba al mecánico del pueblo a cambio de una paga mensual de dos pesetas. A esta persona, le cuentas el problema y te escucha, te da preferencia ya que estás allí y le echa un primer ojo al motor. Te invita a pasar debajo del coche para que veas tu también por donde cae el líquido y no toca nada si no tiene seguridad de que eso sea el origen del fallo.

Por suerte me tocó el segundo, pero no pudo arreglarlo en ese momento ya que veíamos por donde caía, pero no de donde caía y habría que desmontar parte del coche para poder verlo. El hombre tenía cara de preocupado por el coche, y le fastidiaba no haberlo podido arreglar. No paraba de repetirlo. "En cuanto lo tenga arreglado, subiré al taller para comentarle lo que fallaba" - le dije. "Muchas gracias, y lo siento por no haber podido hacer nada"- contestó. "Gracias a usted, faltaría más, no se preocupe que ha visto todo lo que pudo". Media hora de revisión de coche y el hombre no quería cobrar nada por ello. Eso se merece una buena propina.

(El bicho a cuidar)

Despues de todo esto volví a casa, pasé el resto de tarde con mi abuela, mis tios, mis padres y mi prima. Cené y volví a Madrid, confiando en que, en 42 km, el coche no se calentaría. Con una garrafa de cinco litros de liquido refrigerante como copiloto y mirando cada 5 segundos el indicador de temperatura del motor.

Llegué a Madrid a las once y media. Noche cerrada y de fondo, sonaba el mismo disco que no cambié en todo el trayecto. Esta vez la canción era Sunny, la versión de Paul Carrack. Curiosa banda sonora para un día tan especial.

10 de mayo de 2008

Yo también te quiero...

Ayer me operaron y me extirparon un pequeño tumor. Eso es lo que ponía el volante y yo me quedé flipando, ¡no sabía que un grano enquistado fuese un pequeño tumor!

En fin, semejante individuo lo descubrí hace unos cuantos años cuando me vino el maravilloso acné. Símbolo de que ya estaba creciendo ascendí hasta la edad de combatirlo con el genial medicamento Roacután. Los efectos son devastadores, te corta los labios, te seca la piel y te tienes que hacer a menudo un análisis de sangre para ver que tu higado sigue funcionando como debería.


Entre las contraindicaciones anuncian cambios de humor, posibles depresiones e incluso ha habido casos de intentos de suicidio.

Posiblemente eso me hizo pensar que debería tomarlo. Dicho y hecho, 6 meses con el roacután y adios al acné, para siempre. Realmente me lo diagnosticaron un año pero en los análisis vieron que posiblemente me afectaba a la bilirrubina (la favorita de Juan Luis Guerra) y era mejor acabar a los 6 meses dado que no tenía acné en exceso.

Pero este grano de la espalda se resistió debajo de centímetros de carne, hasta ayer. No era peligroso, no crecía, no era grande (como una avellana) pero el rascarte la espalda y ver que tienes un bultito te hace sentir incómodo.

Establecimos una relación amor-odio durante unos cuantos años hasta que llegó el momento de decir: Te quiero.... pero solo como amigo.

La relación se enfrió hasta el punto de que ayer, corté por lo sano. Bueno lo hizo el cirujano.

Tras tres horas y 20 minutos de espera, por una complicación de otro paciente, a las 10 entré yo al quirófano. Un par de pinchazo de anestesia y a charlar con las enfermeras:
1) Me frotan la espalda con betadine:
- ¿Lo que me has echado en la espalda es anestesia de contacto?
- No hombre, es betadine, vas a flipar con la anestesia.
- Ah! gracias, me alegra saberlo.

2) Encienden el bisturí eléctrico y suena un pitido constante:
- ¡¡¡¡¡Ey!!!!! me mueroooooooo me mueroooooooooo, me estoy muriendoooooo que es ese pitidoooooo
- Es el bisturí eléctrico, deja de decir eso, si notas algo dinoslo y te ponemos más anestesia.
- no no, no me muero, no noto nada (mentira, al estar soltando chispazos cerca de la columna, notaba cosquillas en la nuca).

3) Dándome más puntos que los que se queda la DGT:
- ¿Haces deporte?
- Voy al gimnasio algunas veces, pero vamos, no mucho, ¿por qué?
- No por nada.... tienes una fibrosis impresionante.
- Ah.... y eso es bueno, malo, regular......
- Ni bueno ni malo, simplemente que tienes la espalda muy dura y que vamos por la tercera aguja de coser...
- Ah! vaya.... son gratis, ¿no?

Y ahora...... siento un vacío en mí que me hace echarlo de menos... recuerdo los ratos juntos, lo que nos divertimos y pienso... ¡A la mierda! que bien que me lo haya quitado, una cosa menos.

Menos mal que, puede ser que por tonto, no se me da muy bien olvidar a mis amigos. Y si esta relación se da con otra persona, me cuesta mucho deshacer una buena relación de amistad, no podría olvidarlo como hice con el quiste, ni cambiarla por unos cuantos puntos.

El topicazo de el hombre duro sin sentimientos no es tal y como se piensan, y a todos nos duele que una chica nos diga la frase: Te quiero, pero solo como amigo. Y las chicas lo saben. Sin embargo, muchos de nosotros seguimos ahí. Ahí es donde se demuestra que un tio no se derrumba. Cuando, tras haber escuchado esa frase, y sabiendo que ella descarta cualquier posibilidad con él, sigue siendo un amigo (aunque, iluso de ti, siempre desearías ser más).

Sirva este corto, para darse cuenta del punto de vista del chico, y no de la chica al que estamos acostumbrados:

6 de mayo de 2008

En clave de tango

cambalache.

(De cambiar).

1. m. Trueque, considerado con desprecio, jactancia, satisfacción, pesar u otro movimiento del ánimo que se expresa por el tono y el contexto.

2. m. Trueque hecho con afán de ganancia.

3. m. Trueque de diversos objetos, valiosos o no. U. t. en sent. despect.

4. m. coloq. Trueque, con frecuencia malicioso, de objetos de poco valor.

5. m. Arg., Par. y Ur. prendería.



Ayer, tras pasar a recoger mi diploma y el dvd con la secuencia que grabamos en el cursillo del instituto del cine, vacié mis bolsillos en mi cuarto y me encontré con una novedad encima de mi portátil.

Esta sorpresa era consistía en un par de folios con una de las partituras que, inconscientemente, más deseaba tener. Un tango de Enrique Santos Discépolo llamado Cambalache.

Mi padre llevaba tiempo buscando esa partitura en todos sus viajes a Argentina para regalármela y al final la pidió y se la trajeron desde allí.



Mi familia es muy aficionada a los tangos, es algo que se lleva arrastrando desde mi bisabuelo, que yo tenga constancia, y se recuerda a menudo la cantidad de veces que mi abuelo escuchaba y cantaba tangos de Carlos Gardel.

Cuando yo estudiaba piano, entre 1992 y 2000, el primer tango que toqué no fue ni siquiera un tango argentino, sino que se trataba del Tango de Albéniz, de la Suite Española.



Yo no soy un experto en tangos, pero me gusta escucharlos de vez en cuando y muchos, como este Cambalache, me parecen de las mejores letras de canciones que se pueden haber escrito.

Resultará un poco largo escribirlo entero, pero os aseguro que merece la pena para comprobar que, desde 1935, Discépolo veía el mundo tal y como está ahora (Serrat lo confirmó en su disco Serrat en Directo allá por 1984).

CAMBALACHE

Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil, también;
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y argaos,
barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseaos.

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro
generoso o estafador...
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.

¡Que falta de respeto,
qué atropello a la razón!
cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón...
Mezclao con Stravisky
va Don Bosco y La Mignon,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
junto al calefón.

Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.
¡Dale, nomás...!
¡Dale, que va...!
¡Que allá en el Horno
nos vamo´a encontrar...!
No pienses más; sentate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao...
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley.

Sin embargo, a pesar de que esta letra no hace falta que lo haga, el tango evoluciona, da pasos hacia adelante y, como el flamenco, se mezcla con otros estilos. Así como en España se pone cada vez más de moda el flamenco fusión con grupos tan populares como Chambao (aunque la palabra fusión se utilice más de la cuenta y la mayoría de las veces mal) desde hace tiempo escucho tango fusión.

El grupo Gotan Project (Gotan son las sílabas de tango invertidas) se dedica al tango mezclado con estilos tan diferentes como el house y el rap. Un estilo realmente interesante.


Este grupo me lo presentó Svaj Malizo por email hace mucho tiempo, pero realmente volví a coger interés cuando le visité en Lille a finales del 2007.

Los bailes del tango son los más expresivos y sensuales (aparte de los del reggaeton, está claro) y combinan a la perfección movimientos rápidos con lentos. Cuando se baila un tango la letra, la tenga o no, se escribe con el cuerpo.

El tango está de moda, posiblemente en segundo plano, pero está de moda y si no, que se lo digan a Richard Gere y a Jennifer Lopez en Shall we dance? que bailaban Santa María del Buen Ayre de Gotan Project o a Pedro Almodovar que dedicó casi una película a Volver de Gardel.

3 de mayo de 2008

Tan joven y tan viejo

Me estoy haciendo viejo. Y no es algo que haya notado poco a poco, sino que realmente es como si hubiese subido un escalón, lo he notado de repente. Un día cualquiera le das una vuelta a lo que haces y dices: Vaya realmente esto no me pasaba antes, estoy haciendome mayor...... - silencio, miras unos segundos hacia arriba, vuelves a bajar la mirada - mierda!

Está claro, yo no tengo la culpa de esto. Bueno, aclaro, yo no soy el principal causante de esta situación. El culpable es el tiempo (obvio), pero como a él no puedo echarle las culpas, porque lo único que hace es pasar, me dedicaré a buscar otras víctimas. Y van a ser dos, la familia y los amigos.


La familia: Es la primera porque me queda cerca y quienes primero pagan son las madres y las abuelas porque, Quién no ha sufrido las frases tipo ¡¡Qué mayor estás!! o las típica después de un día de juerga ¡¡Levántate que ya eres mayorcito para hacer el vago!! Esta última millones de veces, hasta el punto en que mi madre me consideraba un apéndice de la cama y me ventilaba como el resto de la habitación. Llegaba, entraba, abria mi ventana y se iba cerrando la puerta. Y yo congelado no me quedaba otra que temblar pensando "Sssii yya se queque soyyy mayyyorrrcito papara esttto"

Ahora bien, desde hace un mes soy tio. Estoy encantado con mi sobrina, se me cae la baba, pero traslademos esto a mi edad. El primer sobrino define tu edad, literal. Mejor dicho, el peso del primer sobrino define tu edad. Lo que pese multiplicado por diez son la edad que sientes. Por poner un ejemplo, si el niño pesa 3'450, en cuanto sostenga al bebé en mis brazos voy a pasar de 24 a 34 años y medio, que el medio ese fastidia casi tanto como el 34. Desde entonces, cada dos por tres estoy en casa de mi sobrina, perdón, de mi hermana. Aunque todavía no me tomo un té con pastas cada vez que paso por ahí, pero tiempo al tiempo.

Tus amigos: Soy viejo gracias a mis amigos. Con los que decides quedar un viernes por la noche y, si sale algún plan, es estilo cenicienta. Sí, quedamos los viernes, pero unas cañas tranquilos, charlamos y ya está. ¿Vemos una película? Vale, pero en cuanto termine a dormir que estamos cansados.

Para salir bien hay que quedar un sábado, está visto que los viernes no se puede. Así que planteas el plan y el 50% ofrece a cambio una buena sesión de cine. Es normal, todos trabajan, los viernes o los sábados hay que ir al cine porque los demás días no se puede trasnochar.

Lo que no quiero admitir, pero no me queda más remedio, es que lo que les pasa a mis amigos es lo que me pasa a mi de vez en cuando. Por ejemplo, este fin de semana de cuatro días en el que no he hecho nada fuera de lugar para una persona adulta. El jueves me desperté tarde, comí, leí, fuí al gimnasio y tras dos horas comenté con Sara, la recepcionista, como iba el puente y a lo que nos dedicábamos. Y ayer, me desperté temprano y me fui a dar una vuelta de dos horas en bici por Madrid. Comí, leí, y fui al gimnasio, como el jueves, a hacer otras dos horas de ejercicio y a charlar de nuevo con Sara sobre los planes del puente. Puede sonar triste que mi plan sea ver la tele un rato o escribir historias que circulan por mi cabeza, pero me apetecen y quizás lo peor de todo para mis lamentos de edad, me gustan.

El miércoles tuve una cita en el Ikea con la señorita Carmen (no daré detalles de por qué ese lugar) con quien hablé de varios temas como éste durante cuatro impresionantes horas (ojalá hubiesen sido cinco o seis). Comentamos al trasluz nuestros miedos entre dos copas de ribera del duero y un par de pinchos de una maravillosa tortilla, y, es curioso, pero ninguno de los dos tenía miedo a envejecer.

En la mayoría de mis cuadernos hay una frase que me ha salvado de muchas preocupaciones y posiblemente de la del miedo al envejecimiento. Siempre escribo en grande en la primera página: "¿Y tú, eres capaz de sonreir hoy?". Pues bien, Carmen tiene una bonita costumbre. Sonríe. Siempre sonríe. Puede sonar raro, pero en la calle hacen falta sonrisas y Carmen lo tiene bastante claro. Cada vez que alguien te devuelve la sonrisa, obtienes un triunfo. Hay más gente que se enfrenta con ánimo a sus preocupaciones, pero no se dan cuenta hasta que no ven a nadie que lo exterioriza con una sonrisa, por ejemplo.


Mientras escribo esto tengo a mi lado una copa de Albariño y suena de fondo el piano de Oscar Peterson, con una versión jazz de Fly me to the moon. Preciosa costumbre de viejos, ¿y qué?