26 de mayo de 2008

La noche que Eva durmió en una suite

O lo que es lo mismo, la noche anterior al día que me pasé limpiando mi casa. Y todo por intentar ser un poco romántico, algo que Eva venía diciéndome desde hace mucho tiempo.

Dándome por vencido como una nenaza, Eva consiguió convencerme para ver una comedia romántica que ha visto varias veces en mi ausencia y que yo jamás me he dignado a ver. "Otra típica comedia americana donde él se enamora de ella, ella está con otro, él hace el tonto, ella se ríe y se dan cuenta de que se están besando"- pensé.

¡¡Y acerté!! Todo eso en un par de horas. Demasiadas como para describir una sola historia así que mejor ponemos 21 historias para rellenar. En fin, Love Actually, el peliculón que acabó con mi fama de hombre de hielo en casa.


Dado que tenía unos días libres que había pedido para ocuparme de mi maqueta, aproveché para sorprenderla una noche.

Mi original plan consistía en dejar una bolsita con sales y jabones en el baño. Aprovechando su momento de relajación en la bañera yo terminaría de hacer la cena, cenaríamos con velitas en el salón y al final terminaríamos en el dormitorio ambientado con algo aromático. Todo esto en tiempo record ya que Eva al día siguiente tenía que trabajar.

Eva llegó a casa y yo tenía todo preparado. Las sales y jabones en la bañera, sin dejar otras opciones a la vista (escondí todos los geles, champú, acondicionadores y demás material higiénico que ocultase mi regalo). Sorprendida, se sumergió en la mezcla de espuma y olores mientras yo, con mi alto conocimiento culinario hacía mi principal (y única) especialidad: pasta.

Encendí todas y cada una de las cien velitas que había comprado en el Ikea y las situé por las estanterías y la mesa. Comprobé el efecto apagando la luz y, sabio de mí, aproveché que tenía el mechero en la mano para encender el incienso en la habitación. "Perfecto." - me dije.

(Unos ojos como estos me dijeron que era hora de cenar)

Comenzamos a cenar, donde no faltaron miradas, caricias en las manos y jueguecitos de pies. Diálogo de señas como una pareja de mus, que ambos entendíamos sin necesidad de hablar. Al terminar recogimos la mesa y saqué el helado que tenía en el congelador y un bote de sirope.

"Improvisa, se original" - me decía a mi mismo - "Unos juegan con nata, otros con fresas... ¡juega con el sirope!". Impresionante, la peor idea que he llegado a tener nunca. Tras dos minutos censurados en la cocina, nos quedamos pegados el uno al otro gracias al bendito invento.

No pasa nada, tendremos que ducharnos, pero no pasa nada. Ya no hay sales, pero no pasa nada, olvidemos esto.

Una vez duchados fuimos hacia el dormitorio entre abrazos y al llegar nos dimos media vuelta. El incienso ocupaba la habitación y nosotros no cabíamos. La barrita se había consumido por completo y todo, absolutamente todo sabía a incienso, ya que se podía mascar.

(y sus ojos volvieron a hablar: "No podemos dormir aquí, cariño")

Eva se merece un palacio, solo por aguantar lo del sirope, lo del incienso y por dejarme apagar las velas soplando dejando manchas negras por el humo y restos de cera por todos lados. Y sobre todo se lo merece por estar ahora mismo abrazada a mi mientras hago una llamada. Esto lo tengo que arreglar, llamemos a un palacio, llamemos al Palace.

Y eso fue lo que hice, pedí una habitación por teléfono en el Palace, eso no podía fallarme. Colgué el teléfono y nos fuimos al Palace, pasando por recepción lo más rápido posible para coger la llave. "¡Mañana Eva trabaja, vamos, vamos, hay que ser rápidos!".

Llegamos a la puerta de la habitación, la abrí y entramos dentro... y..... y.. había un matrimonio de los nuevos en la cama. Si señores, un matrimonio homosexual en la cama de nuestra habitación. Bajamos a recepción a protestar con indignación del hecho y aceptando sus disculpas llegó el matrimonio para volver a protestar.

Como disculpa nos ofrecieron una de las suites a precio de habitación normal que aceptamos sin dejarle terminar. Cogimos la llave y nos fuimos a la suite.

Con tanto movimiento necesitábamos hacer una parada higiénica. Esta vez con las propias sales del Palace y una vez limpios nos tumbamos mirándonos el uno al otro. Y nos quedamos dormidos.

Eva tenía que trabajar y nos despertamos los dos a la vez sin tiempo para desayunar. Bajamos a recepción, pagué con tarjeta y acerqué a Eva a la oficina.

De vuelta a casa admiré mi fantástica obra de arte. El incienso todavía habitaba en mi habitación y tardó un día entero en irse por la ventana. Las sábanas directamente a la lavadora, el sirope que quedó en el suelo de la cocina se pegaba a la fregona, la cera de las velitas repasándola con un cutter y las manchas de humo... ¿se notan demasiado?

Le he demostrado a Eva que puedo ser romántico, pero que antes soy un desastre. La próxima vez me tatuaré una reina de corazones a lo largo de toda la espalda con la cara de Eva.

Mientras, escucharé a Josh Todd. ¡¡¡Qué valiente el cantante de Buckcherry, me ha robado la idea del tatuaje!!!


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entonces mereció la pena ¿no? :)

Fuiks dijo...

Eso lo dejo a vuestra elección :D