20 de mayo de 2008

Cosas de la calle

Es curioso lo que me pasa últimamente por la calle. Lo normal es ir caminando tranquilo dirigiéndote hacia tu destino y que la gente se dedique a hacer lo mismo sin detenerse, entorpecer o entretener a los de alrededor.

Es bastante frío, pero por desgracia ya estamos más que acostumbrados y cualquier cosa que se salga de esa actitud nos parece una curiosidad.

Por eso, ver a gente caminando que te dedica una sonrisa sin ningún motivo en particular o esquivar hacia el mismo lado a la persona que camina en sentido contrario al nuestro nos hace gracia y hasta provoca en ocasiones un mínimo diálogo entre desconocidos.

(El piropo, un clásico contra el hielo)

Hace ya algún tiempo esperaba delante del jardín de su casa a un par de amigos y me entretenía viendo una fila larga de procesionarias del pino.

Tras unos minutos, apareció un señor mayor con sabios consejos jardineros advirtiéndome del peligro que supone esa especie para los pinos y sugiriéndome la única solución posible: matarlas.

Acto seguido el hombre armado de valor y de ganas levantó la pierna con una flexibilidad digna de un chaval de diez años a la altura del muro de la casa y comenzó a golpear a las bestias con el pie al grito de "¡¡No puede quedar ninguna!!", dejando todo el muro, el suelo y su correspondiente femenino, la suela, salpicados de un líquido amarillento digno del cuadro de los girasoles de Van Gogh.

(El antes... ¿no te pica un poco el brazo?)

(El después)

Meses después de este incidente al que no le dí importancia, me acercaba por la misma calle, con mi guitarra y demás accesorios hacia el coche para dirigirnos, como muchos otros fines de semana a ensayar.

Esta vez salía de la casa de al lado un señor más mayor que el anterior que se dirigía con rapidez hacia mí.

- Oyes, oyes - repetía, con acento en la "s".
- Dígame.
- A ver si me puedes echar una mano con el teléfono (a.k.a. telefonillo, portero automático, porterillo) ese, que llevo una hora esperando. - comentó tirando de mi brazo como un niño chico.
- Deme un segundo que dejo todo esto en el coche y le ayudo.
- ¡¡¡¡Es que llevo aquí una hora!!!!

Dejé la guitarra, cables etc en el coche y me acerqué con Guti al portal para ayudar a este hombre que tenía un pié de lámpara en la puerta del portal.

- Bueno a ver, ¿sabe usted el piso al que quiere subir?
- Sí, es el octavo. Es el piso de mi hijo, que ha subido el chico antes, se me ha cerrado el portal y aquí me he quedado sin poder entrar, si es que.....
- Bueno, el octavo. ¿Y sabe usted la letra? puede ser A, B o C, ¿lo recuerda?
- Yo... yo... no, no lo recuerdo.. - decía desesperado - Es el de allí, el de allí, el de la esquina.
- Bueno, si no sabe la letra a ver si pone algo por dentro del portal... - miré pero no indicaba hacia que lado del portal era cada piso.
- ¿Y no sabe usted el teléfono de la casa?
- ¡¡Yo que voy a saber!! Si es que mira, ha llegado el camión con la mudanza, el chico ha subido los trastos y yo... yo me he quedado fuera porque se me ha cerrado el portal.. ¡Mierda! y ahora resulta de que no puedo entrar - exclamaba jugando con el lenguaje -, ni me se la letra, ni me se el número, ni me se nada de nada y aquí llevo una hora esperando a que baje el chico o se acuerden de mi.
- Tranquilo, hay tres letras, vamos a llamar a las tres casas y preguntamos.

(nuestras guitarras, que esperaban pacientemente en el coche)

Llamamos a la primera casa. La elección del señor fue empezar por el 8º B (vamos, lo normal, por en medio). Tras un par de segundos comenzó de nuevo a gritar:
- No hay nadie, ¿lo ve? no hay nadie, nadie contesta, pero el chico ha subido, ¿porqué no contestan?
- Pruebe con el siguiente número, señor, a lo mejor no es el 8ºB, quizás sea el 8ºC - marco yo el 8º C y transcurre esta vez un solo segundo.
- No, tampoco contestan, seguro que no llamamos bien. Si es que el chico ha subido.... - Fin, me niego a escuchar de nuevo la historia, me tapo los oídos.

Mientras marcábamos la última posibilidad, entre gritos de desesperación, salió el chico al que el señor esperaba por el portal. El señor dirigió entonces sus gritos en otra dirección, concretamente hacia el chico, y nosotros aprovechamos el momento de confusión para alejarnos del lugar sin esperar ni tan siquiera a las gracias que el señor seguro que terminaría olvidando pronunciar.


3 comentarios:

Natalia Mallo dijo...

Jo, q manía , con lo chulis q son las procesionarias....

Lhotse dijo...

Qué gráfico lo del cuadro de van gogh! A mi me dan mucho miedo y mira que van lentas y son peludillas...

Muy bueno lo del señor "ayudame-porque-si-majo-y-suelta-tus-bartulos". La gente mayor, llegados a cierto punto de su vida dirán: "que leñes! voy a decir y hacer lo que me salga de las narices", y bien que hacen...

Fuiks dijo...

natalia, en galicia rompen los nidos con escopetas.

Espérate a que lleguemos a sus edades, lothse, y disfrutaremos quejándonos y pidiendo mimos a gritos. Viene en el contrato de abuelo.