15 de junio de 2015

Bali 2015: Kuta (Parte 6)

Habíamos recorrido gran parte de la zona suroeste de la isla de Bali. Habríamos firmado, de no saberlo, que cada una de las tres paradas que llevábamos pertenecían a distintos países, con formas de vida, gente y estilos tan diferentes.
El viaje llegaba a su fin para todos menos para Miguel, que decidió alargarlo diez días más, y pensamos que la mejor idea era pasar un par de días en Kuta, la capital de la isla, más cerca del aeropuerto, por si el caos del tráfico nos jugaba una mala pasada.

Kuta es una ciudad sin orden, callejones por los que circulan coches por espacios en los que a simple vista solo caben motos, y motos, y motos, y más motos y gente apartándose. El jaleo se resume a pitidos constantes que pueden significar desde frena hasta acelera, pasando por te adelanto, estoy aquí o cruza tú antes. En esos callejones se mezclan bares, locales de masajes, venta y reparación de tablas de surf, tiendas de recuerdos y hasta grandes establecimientos de marcas del estilo de Rip Curl y Billabong.

La sensación de que estás perdido por callejones comienza desde que decides salir de la puerta del hotel. Te dejas llevar, cambias de ruta y ni siquiera te acuerdas de llevar un plano encima. Te olvidas de que estás perdido unos metros más adelante y sin embargo, a la hora de volver, pruebas suerte y siempre aciertas el camino de vuelta. Jamás tuvimos que preguntar para regresar al hotel.

La suciedad de la playa de Kuta choca con la limpieza de las playas que nos encontrábamos en el Bukit. La playa de Kuta es de arena, tiene aguas turbias muy contaminadas (hay que tener mucho cuidado con las posibles infecciones de oídos) y hasta hace unos años parecía un huerto de plásticos y basura. Sin embargo, se han tomado medidas, multando a toda aquella persona que deje restos por la playa o lance objetos al mar y la situación ha mejorado bastante.


Como es de esperar nos pasábamos gran parte del tiempo en la playa. Allí nos presentamos a uno de los muchos vendedores de refrescos que hay a lo largo de toda la playa, le pedimos unas bintangs y se ofreció a cuidarnos las mochilas y las sandalias. El plan fue entrar al agua, intentar coger alguno de los cerrotes que rompían, salir y tomarse una bintang. Entrar sin tabla, coger las olas con el cuerpo, salir y tomarse otra bintang, y así hasta que al sol le dio por esconderse.

En cuanto anochece, Kuta enciende las luces de colores. Los bares compiten en volumen de música que retumba por los callejones y varios de ellos muestran bandejas de hielo con marisco, para que escojas todo lo que te vas a comer previo paso por las parrillas.

Es muy curioso ver cómo el marisco que cocinan no es el mismo que el que vemos normalmente en España. Las langostas son de colores verdes y marrones bastante vistosos, por poner un ejemplo. A muchas personas les da respeto probar este tipo de animales, yo animo al menos a probarlos. Un viaje no está completo si no se incluye la gastronomía local.

Con la animación que escuchábamos en cada metro de acera nos decidimos por entrar a un par de bares con música en directo. Los músicos suelen tener un gran nivel y animan a la gente a participar, que se mantiene pegada a la barra mirando hacia otro lado cuando los músicos los señalan. Pero poco a poco cala la cerveza y uno se viene arriba, agarré el micro del cantante y cantamos Twist and Shout muy muy shout. La cosa no acabó ahí, unos minutos más tarde me encontré con su guitarra encima tocando Imagine para despedirnos del local.

La noche la terminamos en una macrodiscoteca, con un precio por entrada bastante caro pero con una ciudad de salas en su interior con distinto estilo en cada una de ellas y por cada metro cuadrado unos seis australianos de ambos sexos. Esta discoteca es el famoso Heaven de Kuta, en donde en un determinado momento nos encontramos bailando encima de una barra de la última planta.

En esta discoteca se permitía fumar dentro, algo que choca cuando estás acostumbrado a las prohibiciones europeas. También estuvo sonando la música hasta que las salas de vaciaron. En la última sala en la que estuvimos éramos ocho personas en total y el dj seguía delante de nosotros canción tras canción hasta que nos fuimos. Es una situación curiosa, el espectáculo dura hasta que no queda gente, no a una hora en concreto.

 Al día siguiente preparamos todos los equipajes tras la sesión de surf. Embalamos las tablas de nuevo e hicimos las maletas. Pero la emoción no nos iba a abandonar tan pronto. Al igual que a la llegada, teníamos que volar de nuevo con Air Asia y eso es todo un reto.

No nos lo podíamos creer, habíamos desayunado en la habitación, pedimos el taxi y llegamos al aeropuerto donde nos indican que nuestro vuelo no sale a las 12:30 sino a las 16:50 porque les ha dado por retrasarlo. Explicamos nuestra situación y nos hicieron un hueco en otro vuelo que despegaba a las 12:00.

En ese momento nos reímos de todos los percances que habíamos tenido con los vuelos, pero ya andábamos volando hacia Yakarta, con un billete de Qatar con despegue a las 17:30, con tiempo suficiente como para cambiar de terminal, facturar e incluso tomarnos algo.

Pero algo fue mal en el aterrizaje en Yakarta, el tiempo era malo y a escasos metros de tocar tierra el piloto decidió dar gas a los motores y volver a subir. Aterrizaje abortado. Tras una vuelta el piloto tomó la radio y avisó de que por causas meteorológicas había abortado el aterrizaje, por no "poder asegurar la integridad del pasaje".

Es sin duda el mensaje que más calma transmite a los pasajeros, sin duda, y más viniendo de una compañía que ha sufrido un par de accidentes aéreos.


Nos enviaron a otro aeropuerto y parte del pasaje comenzó a gritar cuando se informó que tras repostar volveríamos a intentar aterrizar en el aeropuerto de Yakarta. Con tanto grito se solicitó un autobús para todos aquellos pasajeros que no quisiesen volver a volar, indicándoles que no podían sacar su equipaje, por lo que el autobús les llevaría al otro aeropuerto para que lo pudiesen recoger.

Todas estas gestiones hicieron que a las 16:30 estuviésemos esperando nuestro equipaje, a falta de un cambio de terminal, facturación, control de pasaportes y visado y entrar en un avión que cerraba sus puertas a las 17:30.

Corrimos todo el trayecto, pedimos saltarnos la cola y facturar rápidamente y tras los controles llegamos a sentarnos en el avión de Qatar. La importancia de coger este vuelo no era únicamente por el tiempo que tendríamos que quedarnos en Yakarta si tuviésemos que coger otro, sino que económicamente podía ascender hasta 700 euros por cabeza. Perderlo no era opción.

Volvimos a respirar en los aviones de Qatar. Sin la certeza de que el equipaje viajase con nosotros, pero con una gran satisfacción de haber podido realizar un transfer internacional de esa categoría en apenas 45 minutos. Entre películas, menús y dormir pasamos los dos trayectos de avión que nos quedaban hasta llegar a casa, con la sensación de que la vuelta era muchísimo más larga que la ida.

Ya solo quedaba trabajar con todas las fotos y vídeos recogidos durante toda la estancia. Y esto es en lo que acabó:



No puedo cerrar esta historia sin mencionar la difusión de mis fotos y del vídeo por parte de dos de las principales revistas del mundo del surf nacional, Surfer Rule y 3Sesenta. A ambas, muchísimas gracias de parte de los cuatro viajeros:

3sesenta: http://www.3sesenta.com/bali-la-vision-de-jorge-del-fresno/
Surfer Rule:  http://www.surferrule.com/?p=22027&preview=true#.VX3-vUYVXXY

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